domingo, 25 de noviembre de 2012

La Creación: propiedades de los animales


      El tigre es vehemente y corre con grande ímpetu, y así tiene el cuerpo liviano, que sirve para esta ligereza. La osa es perezosa y astuta y tardía, y así tiene el cuerpo pesado y disforme. Sobre todas estas cosas que son comunes a todos los animales, hay otra que grandemente declara no sólo la providencia sino también la bondad, la suavidad y la magnificencia del Criador. Porque no contento con haber dado ser a todos los animales y habilidades para conservarlo, dióles también toda aquella manera de felicidad y contentamiento de que aquella naturaleza era capaz. Lo uno y lo otro declaró aquel divino Cantor, cuando dijo. Los ojos de todas las criaturas esperan en vos, Señor, y vos les dais su manjar en tiempo conveniente[1]. Esto dice por que toca a la provisión del mantenimiento. Y añade más: Abrís vos vuestra mano, y henchís todo animal de bendición[2]. Pues por estos nombres de hinchimiento y de bendición se ha de entender esta manera de felicidad y contentamiento con que este Señor hinche el pecho de todos los animales, para que gocen de todo aquello que según la capacidad de su naturaleza pueden gozar.
      Pongamos ejemplos. Cuando oímos deshacerse la golondrina, y el ruiseñor, y el sirguerico, y el canario cantando, entendamos que si aquella música deleita nuestros oídos, no menos deleita al pajarico que canta. Lo cual vemos que no hace cuando está doliente, o cuando el tiempo es cargado y triste. Porque de otra manera, ¿cómo podría el ruiseñor cantar las noches enteras, si él no gustase de su música, pues, como dice la filosofía, el deleite hace las obras? Cuando vemos otrosí los becerricos correr con grande orgullo de una parte a otra, y los corderillos y cabritillos apartarse de la manada de los padres ancianos, y repartidos en dos puestos, escaramuzar los unos con los otros, y acometer unos y huir otros, ¿quién dirá que no se haga esto con grande alegría y contentamiento con que esto hacen?. Ni menos se huelgan los peces en nadar, y las aves en volar, y el cernícalo cuando está haciendo represas y contenencias, y batiendo las alas en el aire.


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. IX, F.U.E. Madrid 1995




[1] Sal 144, 15
[2] Sal 144, 16

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