lunes, 26 de noviembre de 2012

La Eucaristía: Haced esto en mi memoria




La causa inmediata de la institución de este sacramento fue la que el mismo Señor expresó cuando lo instituía, diciendo: Haced eso en memoria mía[1]. Esto es en memoria de mi pasión y muerte, y de aquella caridad excelentísima con que yo perdí la vida, para daros a vosotros la vida eterna. En este sacramento, pues, el Señor nos dejó una señal de esta caridad. Efectivamente, los que se aman con un amor ardentísimo, cuando se separan mutuamente, ya que a sí mismos no se pueden dejar –lo que principalmente querrían si pudieran- suelen dejar algún sucedáneo que los recuerde, y para esto se suelen dar alguna señal como un anillo, o algo semejante en testimonio de amor, para que llevándolo a la vista, no permita que se pierda la memoria del amigo ausente. Por lo demás, superando inmensamente a todos los otros amores el amor de Cristo a su Esposa la Iglesia, y él por su virtud omnipotente pueda quitarse de nuestra vista, y también quedarse con nosotros, debió dejar a su Esposa una señal, en la cual quedara perpetuamente con ella no algo suyo, sino él mismo. Añade que aquel sumo sacrificio de la pasión del Señor proveniente de esta misma caridad, una vez ofrecido nos aprovecha siempre para la salvación, y, por eso, debe ser perpetua su memoria, porque perpetuamente obra nuestra salvación.


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXXI, F.U.E. Madrid 2001, p. 210 (Traducción de Donato González- Reviriego)




[1] Lc 22, 19

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