jueves, 29 de noviembre de 2012

Sermones de tiempo: Echad las redes



Al agolparse, pues, de este modo sobre Jesús la multitud para oír la palabra de Dios, comenzó a desempeñar su oficio el Maestro celestial, que no juzgaba ningún tiempo ni ningún lugar poco oportuno para ello. Así, realizaba su misión profética unas veces en la sinagoga, otras en el monte, a veces en la llanura, a veces en la orilla del mar. Por tanto, en lugar de púlpito cubierto con paño de seda y recamado en oro, subió a la barca para realizar esta misión libre de la muchedumbre y del apretujamiento del pueblo. Rogó en consecuencia a Pedro, el cual era dueño de la barca, que la apartara un poco de tierra. En esto se manifiesta la amabilidad y dulzura del Señor, ruega a Pedro, a quien, como soberano de todo, podía mandar dar órdenes.
         No carece de misterio que quisiese que la nave fuera apartada un poquito de tierra. San Agustín explica esto de modo que instruye al predicador para que en la tarea de enseñar no se adhiera excesivamente a la tierra ni se aleje demasiado de ella, es decir, para que enseñando lo terreno, no se acomode al deseo de los hombres instintivos, que sólo se complacen en las cosas terrenas, ni, por el contrario, pretenda enseñar cosas demasiado elevadas o difíciles, cosas que no puedan comprender los oyentes. De este modo se acomodaba ejemplarmente Pablo a la capacidad del pueblo: hablaba con lenguaje elevado de sabiduría entre los perfectos y alimentaba con leche a los débiles[1].
          Cuando terminó de enseñar a la multitud en la navecilla de Pedro, dice a éste: Rema hacia alta mar y echad las redes para pescar[2]. El piadoso y benigno Señor no quiso dejar sin premio ni siquiera aquella pequeña atención de Pedro. Si es tan grande su generosidad y magnificencia que no deja sin premiar ni siquiera un vaso de agua fresca[3]; qué tiene de sorprendente si quisiera remunerar con toda magnificencia esta tan pronta voluntad de Pedro?. Pues él no paga igual por igual, al modo de los mercaderes, sino que por su  divina generosidad recompensa lo poco con lo mucho.  De este modo premió a Pedro: por haber puesto a su disposición una navecilla para predicar, le da dos cargadas de peces. Le dice Rema hacia alta mar y echad las redes para pescar. Simón Pedro le responde: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada; pero, en tu palabra, echaré las redes[4].

Fray Luis de Granada Obras Completas, t. XXXVI, F.U.E. Madrid 2002, p. 223-5
(Traducción de Carlos Cristóbal Cano y Álvaro Huerga)



[1] Cf. Co I, 3, 1
[2] Lc 5, 4
[3] Cf. Co I, 2, 6; 3, 3
[4] Lc 5, 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario