jueves, 3 de abril de 2014

La Cruz de Caravaca

        La Vera Cruz no es una "cruz-tau", sino patriarcal cuyo origen genérico y significado cierto no se saben. No se conocen representaciones de doble travesaño antes del cristianismo, o por lo menos su conocimiento  y difusión no fue considerable como sí son más conocidas otras formas.
        La tradición oriental pone su origen en el hallazgo de santa Elena, que engarzó cinco astillas en forma de doble tarversa y las dio al patriarca de Jerusalén. Lo que sí es históricamente cierto es que la cruz doble se hallaba en la iglesia del santo Sepulcro encargada a los templarios y que éstos la custodiaron, usándola el patriarca como cruz pectoral. De aquí su denominación de cruz patriarcal, aunque se le llame también de Lorena, debido a la fama de la cruz francesa, aunque la forma proviene quizás de Grecia en donde se la encuentra más frecuentemente.




        La representación de cruces con uno, dos y tres palos trasversales son propias del cristianismo y la de dos brazos se denomina "patriarcal" con todo derecho, por haberla llevado y popularizado los patriarcas de Jerusalén.
        El origen de la forma doble no es probablemente una evolución de la "cartela" que se colocaba en el palo vertical encima de la cabeza del condenado, indicando el motivo de la muerte...Su significado es más simbólico.
        Quizás fue un símbolo de la Trinidad (en las cruces de tres palos iguales en longitud). Su sentido más probable se refiere a una distinción de funciones o jerarquía.

Pedro Ballester Lorca, La Cruz de Caravaca, Caravaca 1997, p. 78-9


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        Y no menos es notorio el milagro de la Cruz que vio el emperador Constantino con todo su ejército puesta en el cielo hacia la banda del mediodía, con estas letras escritas: 'Constantino, con esta señal vencerás'. Y Eusebio escribe que oyó contar este milagro al mismo emperador delante de muchos, afirmándolo con juramento. Y sin este testimonio basta la admirable conversión de este emperador, habiendo sido todos los emperadores romanos antecesores suyos idólatras y crudelísimos perseguidores del nombre de Cristo; mas éste lo adoró y reconoció por verdadero Hijo de Dios, y edificó y enriqueció sus templos y reverenció sus sacerdotes, y con esta gloriosa señal adornaba sus banderas, y con ella venció tres emperadores tiranos en tres diversas batallas, y subjetó a su imperio muchas naciones bárbaras. Pues esta tan admirable conversión de un tan grande monarca, que dejados los ídolos de todos sus antepasados, adoró y recibió por verdadero Dios, criador del cielo y de la tierra, a un hombre azotado y crucificado y reputado por hijo de un carpintero, testifica la verdad de este milagro.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. X, F.U.E. Madrid 1996, p. 258

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