martes, 8 de abril de 2014

Santiago 5, 20

        Y aquella recompensa que el apóstol Santiago señala no hay que tenerla en poco, pues dice así: Quien hace que se convierta el pecador de su extravío, salvará de la muerte al alma del pecador y cubrirá la muchedumbre de sus propios pecados (St. 2, 20). ¿Por qué este premio, que es propio de la verdadera penitencia, lo atribuye al oficio de enseñar? Sin duda, porque así como aquel que con malos consejos induce al pecado, se hace participante del pecado; así también el que lo aparta de ellos, recibe esta recompensa del Juez Supremo, que también él quede libre de los suyos. 


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLII , F.U.E. Madrid 2004, p. 268-9

Traducción de Donato González-Reviriego

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