martes, 8 de abril de 2014

'Speculum doctrinale' de Vicente de Beauvais

        El primer libro del Speculum doctrinale resume, a lo largo de sus 68 capítulos, la concepción pedagógica de Vicente de Beauvais. Tres partes  conforman su estructura. En la primera, que abarca los 9 primeros capítulos y que quizá es la más importante, nuestro polígrafo, desde el marco de una Weltanshauung histórico bíblica, copiada literalmente del Liber exceptionum de Ricardo, defiende una teoría antropológico-pedagógica determinada por tres momentos que marcan la historia del devenir humano: creación, caída y restauración. El primer momento se centraría en el estado ideal de la visión beatífica y en la virtualidad de tres de sus bienes mas característicos: inteligencia, integridad e inmunidad; el segundo, en los males que por el pecado corrompen el alma; y el tercero, en las ciencias restauradoras.
         La fundamentación de este planteamiento tiene como punto de arranque no tanto la imagen y semejanza divinas como la pérdida de los bienes preternaturales causada por el pecado original. Aquí radica la necesidad y el fin de la pedagogía humana: restaurar la naturaleza herida por el primer pecado. En este proceso hacia el ser, hacia el reencuentro con el Creador, y hacia la posesión de lo eterno, el hombre cuenta con la pertinencia de una vía específicamente humana: el conocimiento. Esto es lo más parecido a la eternidad, lo que permite captar las esencias de las cosas, trascender la materialidad de lo creado y acceder a la felicidad. Esta idea, típicamente agustiniana y de claro sabor neoplatónico, es dinamizada preferencialmente por la ciencia. Con ella el ser humano podrá vencer a tres de sus mayores enemigos: en primer lugar, a la ignorancia, causante de la desfiguración de la imagen de Dios en el hombre, que se destruirá con la adquisición de la sabiduría a través de la especulación y la contemplación; en segundo lugar, a la concupiscencia, que instaura el desequilibrio entre el hombre y Dios, y que sería combatida por la virtud o ciencia moral; por último, a la falta de fortaleza o debilidad, que rompe la armonía del hombre, y se doblegará con el recto uso de todo lo concerniente a las artes mecánicas.

Javier Vergara Ciordia, en La idea de Europa en el siglo XVI :   El 'Speculum doctrinale' de Vicente de Beauvais: un ideal prehumanista en la escolástica medieval, U.N.E.D.  Madrid 1999  p. 73   

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        Que sea el conocimiento de Dios principio y fundamento de toda nuestra felicidad y bienaventuranza, muy notorio es a todos. Este conocimiento es la propria y verdadera teología de los cristianos, que es la reina y señora de todas las ciencias. porque si, como Aristóteles dice, aquélla es más alta ciencia, que trata de más excelente materia, ¿qué cosa más excelente y más alta que Dios? Ésta es aquella ciencia que alaba y engrandece el mismo Dios por Hieremías diciendo: 'No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el rico en sus riquezas, ni el esforzado en su fortaleza, mas en esto se gloríe el que quisiere gloriarse, que es tener noticia y conocimiento de mí' (Jr 9, 23-24). Pues este conocimiento es, como decimos, la ciencia más alta, más divina, más provechosa, mas suave y más necesaria de cuantas el entendimiento humano puede comprehender. Este conocimiento tienen los bienaventurados en el cielo por clara visión de la esencia divina. Mas como esto no tenga lugar en esta vida, recorremos a la consideración de las obras de Dios, las cuales, como obras y efectos de su bondad y sabiduría, nos dan alguna noticia de la fuente y causa de do proceden.
        De estas obras unas son de naturaleza, otras de gracia. Las de naturaleza son las obras de la creación, que sirven para la sustentación de nuestros cuerpos; mas las de gracia pertenescen a la santificación de nuestras ánimas. 

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX , F.U.E. Madrid 1996, p. 17


        

    
             

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