martes, 15 de abril de 2014

Pedro lloró amargamente

        Crescieron sobre todo esto los trabajos de aquella noche dolorosa con la negación de sant Pedro[1]. Aquel tan familiar amigo, aquél escogido para ver la gloria de la transfiguración, aquél entre todos tan honrado con el principado de la Iglesia, ese primero que todos, no una, sino tres veces, en presencia del mismo Señor, jura y perjura que no le conoce, ni sabe quién es[2]. ¡Oh Pedro!, ¿tan mal hombre es ese que ahí está, que por tan gran vergüenza tienes aún haberlo conocido?. Mira que eso es condenarlo tú primero que los pontífices, pues das a entender en eso que es él persona tal, que tú mismo te desprecias y deshonras de conocer?. Pues ¿qué mayor injuria que ésa?.
            Volvióse entonces el Salvador, y miró a Pedro, y fuéronsele los ojos tras aquella oveja que se le había perdido. ¡Oh vista de maravillosa virtud! ¡Oh vista callada, mas grandemente significativa!. Bien entendió Pedro el lenguaje y las voces de aquella vista; pues las del gallo no bastaron para despertarlo, y éstas sí. Mas no solamente hablan, sino también obran los ojos de Cristo; y las lágrimas de Pedro lo declaran: las cuales no manaron tanto de los ojos de Pedro, cuanto de los ojos de Cristo.

San Pedro de Salcillo. Foto P. Alcaraz
         De manera que cuando alguna vez despertares y volvieres en ti, debes entender que ése es beneficio de los ojos del Señor que te miran. Ya habían cantado los gallos, y no se acordaba Pedro, porque aún no lo había mirado el Señor. Mirólo y acordóse, y arrepintióse, y lloró su pecado; porque sus ojos abren los nuestros, y ellos son los que despiertan a los dormidos.

En procesión por las calles de Murcia. Foto Pascual G.
            Luego dice el evangelista[3], que Pedro salió fuera y lloró amargamente; para que entiendas que no basta llorar el pecado, sino que es menester también huir el lugar y las ocasiones del pecado. Porque llorar siempre los pecados, y siempre repetirlos, eso es provocar siempre contra ti la ira del Señor.
          Y para mientes que la principal culpa de Pedro fue haber tenido empacho y temor de parecer discípulo de Cristo, y esto se dice haberle negado. Pues si esto es negar a Cristo, ¿cuántos cristianos hallarás que de esta manera le nieguen?¿Cuántos hay que rehusan de confesar, y comulgar, y orar, y tratar de Dios, y conversar con buenos, y sufrir injurias, porque el mundo no los desestime y burle de ellos?.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, Libro de la oración y meditación, t. I , F.U.E. Madrid 1994, p. 71-2




[1] Mt 26, 69-75; Mc 14, 53-75; Lc 22, 54-62; Jn 18, 15-27
[2] Mt 26, 74
[3] Lc 22, 62

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