martes, 5 de abril de 2011

Los santos y Sor María de la Visitación

   Fray Luis se aplica a dar conocimiento de Dios por las obras de gracia, por medio las cuales se enciende en los corazones devotos la caridad y amor para con Dios, y el hombre confía en que recibirá los mismos favores que Nuestro Señor hace a sus amigos, los santos.

     En las historias de los hombres santos conocemos perfectamente la providencia que Dios tiene de sus hijos espirituales, pues una de las mayores obras de gracia es su santificación. Deseando mostrar las maravillas que hace Dios a sus santos, en vida y después de muertos, se fija en los modelos de su tiempo, unos ya glorificados por la Iglesia, y otros todavía en proceso. Escribe las Biografías de los hombres y mujeres que él conoció y trató, esperando que la Iglesia los considere santos, como el pueblo reclamaba.

    Singularmente, en el caso de sor María de la Visitación su fama se extendía a toda la cristiandad, pues muchos peregrinaban a Lisboa para conocerla y llevarse alguna reliquia de la sangre que manaba de sus llagas. El santo fraile asegurándose de la veracidad de sus testigos, toma por fiador al Santo Oficio que había certificado la autenticidad de las llagas. Cuando se descubre el engaño y supercherías de sor Visitación, la Vida de sor María de la Visitación que había escrito fray Luis, queda pendiente de su publicación, y pasa a primer plano el Sermón de las caídas públicas, donde salva la doctrina de la gracia para lo cual vino al mundo Nuestro Señor. El propio autor dice en la Vida:

    Costumbre fue de muchos insignes autores escribir las vidas de algunas personas notables que florecieron en sus tiempos, como lo hizo san Hierónimo, y san Gregorio en sus Diálogos, y Teodoreto en la Historia religiosa, y Paladio en la suya, y otros que sería largo de contar; y, si éstos no usaran de esta diligencia, careciera hoy la Iglesia de la edificación y fruto que de estas historias se recibe. Movíme por este ejemplo (aunque mi autoridad sea tan desigual), a escribir las vidas de algunas personas de gran virtud que en mi tiempo conocí y traté familiarmente, pareciéndome que, no lo haciendo, cometía hurto contra la sangre de Cristo (de la cual proceden todos estos bienes) y contra la gloria de Nuestro Señor cuyas obras y maravillas dijo el ángel Rafael a Tobías.

     Y no faltan en nuestros tiempos por la bondad y providencia de Nuestro Señor, en diversas partes de la cristiandad, algunas personas de notable santidad que han dado y pueden dar materia de escribir a los que tovieren celo de la gloria de Nuestro Señor y de sus siervos. Porque en la ciudad de Valencia han florecido agora dos grandes varones, uno de la orden de nuestro padre Santo Domingo, por nombre fray Luis Beltrán, y otro de la orden del glorioso padre san Francisco, por nombre Nicolás Factor, cuyas vidas ordenó Nuestro Señor que se escribiesen, y así se leen no sin mucho fruto y edificación de los fieles. 

     Y el mismo Señor, que honró a Valencia con estos dos santos varones, honró también a Lisboa con dos señaladas mujeres, una dominica, por nombre sor María de la Visitación, y otra de la tercera regla del glorioso padre san Francisco, por nombre Ana de las Llagas; y, lo que más es, a ambas señaló Nuestro Señor con las insignias de su sagrada pasión. Porque la dicha madre sor María de la Visitación tiene impresas en pies y manos y costado las señales de cinco llagas del Salvador, y la otra religiosa tiene encima del pecho esculpido a Cristo puesto en una cruz y el nombre de Jesús al lado, perfetísimamente fabricado de la misma carne, con letras grandes y bien figuradas, y esto de tal manera que, puesta una masa de cera blanda encima de este lugar, queda lo uno y lo otro figurado, como por autoridad del Santo Oficio se verificó...

      Para que no tropiecen aquí los que esto leyeren, diré de la manera que supe todo lo que aquí escribo. Porque primeramente el padre fray Pedro Romero que era su confesor (a quien ella como a su legítimo juez daría cuenta de los favores que de nuestro Señor recibía) me la daba también a mí y yo la asentaba por memoria para escribirla más de propósito en su lugar.  

     Después de esto el padre provincial de esta provincia mandó a esta virgen por obediencia escribiese por su mano todos los favores que de Nuestro Señor había recibido, lo cual ella mucho tiempo rehusó recelando que esta escritura se había de publicar; mas, todavía apretada por el perlado, hizo lo que le mandaban y así escribió un cuaderno de tres o cuatro pliegos de estas cosas, el cual después me entregó y las cosas de él puse en los lugares de esta historia, a que pertenecían.

     Después de esto, porque era muy penoso a esta virgen escribir por su mano, por razón de la llaga y clavo que en ella tiene, diose esta orden por el perlado: que ella diese cuenta a su confesor de estas cosas, el cual las escribe fielmente de la manera que las oyó a ella y, para ratificarse en lo escrito, las vuelve a leer esta virgen y ella borra cualquier palabra o cosa que desdiga lo que pasó.

Fray Luis de Granada Historia de sor María de la Visitación, Barcelona 1962 (Obras Completas, t. XVII, F.U.E.  Madrid 1998 p. 12-18)

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