lunes, 4 de abril de 2011

Un entierro de hormigas, por fray Luis de Granada

En la Introducción del Símbolo de la fe describe nuestro escritor las cosas admirables de las hormigas, que predican la sabiduría de Dios Creador. Entre sus habilidades se fija en la provisión de alimento durante el verano para el invierno, en la construcción de los hormigueros a modo de laberintos, cómo se organizan para recoger, transportar y almacenar el grano; se juntan y reconocen entre sí como en una feria, son muy amigas de lo dulce, y lo más asombroso, entierran a sus muertos.

Y para esto, como escribe Eliano, fabrican en aquel su soterrano tres lugares distintos: uno en que ellas moran, y otro que les sirve de despensa, en que guardan la provisión de su mantenimiento, y otro que les sirve de cementerio donde sepultan los muertos, ¿quién creyera esto, si no se hubiera visto?. De modo que, como refiere Plinio, entre cuantos animales Dios crió, sólo el hombre y la hormiga entierran los muertos. 

Pues otra cosa añadiré a ésta muy consecuente y proporcionada con ella, que refiere Eliano, la cual podrá dejar de creer quien quisiere, mas yo la creo, así por ser consecuente a la pasada como por ser Dios el que las gobierna y el que quiso declarar más en estos corpecillos las maravillas de su providencia. 

Cuenta, pues, este autor que estando una vez una vez un insigne filósofo, por nombre Cleantes, asentado en el campo, vió unas hormiguillas andar cerca de sí, y como filósofo y amigo de entender los secretos de la naturaleza, púsose a considerar lo que hacían. Y vió que unas hormigas traían una hormiga muerta, y llegándose a la boca de un hormiguero que allí parecía, estuvieron un poco esperando con su defunto hasta que salió una y las vió, y tornóse para dentro, y yendo y veniendo algunas veces, finalmente vinieron otras: una de las cuales traía en la boca un pedazuelo de lombriz, y diéronlo a las que traían la hormiga muerta, y ellas entonces, recebido el porte de su camino, se volvieron, y las otras, reconociendo que la hormiga muerta era su hermana y de su compañía, la recibieron y llevaron consigo para darle su acostumbrada sepultura en su casa, guardando la fe debida a los hermanos en vida y en muerte. Puso este caso tanta admiración a este filósofo, que comenzó a dudar tenían razón y entendimiento los animales que tales cosas hacían.


Minifábulas, ed. Libro- Hobby, Madrid 2003 p. 3


Es una característica de la vida mocacal la observación de la Naturaleza, y también de los niños, que pasan horas y horas absortos en el campo mirando las hileras de hormigas trasportando los granos de trigo; e incluso yo he conocido alguno que construía hormigueros con botellas de plástico trasparentes, rellenas de arena, en forma de laberinto, para contemplarlas mejor. Me gustaría saber, Pedro Garcia López, si alguna vez has observado alguna cosa parecida a la que nos narra fray Luis.

Fray Luis de Granada Introducción del Símbolo de la fe, 1583 ( t. IX, F.U.E. Madrid 1996 p. 178)

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