martes, 21 de mayo de 2013

Malos vientos

         Hemos caído en un planeta que visto desde más arriba del techo de las águilas, dicen que es azul. La verdad es que la mayoría de sus eventuales pobladores las pasan negras. La llamada Mamá Naturaleza no nos quiere. Cuando Fray Luis de Granada escribió Maravilla de la Creación debiera haber reconocido que era un andaluz. Si hubiera nacido en Haití en el primer tercio del siglo XXI, quizá su opinión hubiese sido distinta. El misticismo también depende de la climatología. En más de media España se ha declarado la alerta máxima por vientos de 160 kilómetros por hora, lo que entre nosotros es una plusmarca. ¿A qué viene esa prisa, en un país donde todos vivimos a nuestro aire? Es verdad que aquí estamos todos un poco  aventados. Fue Azorín el que estudió, entre otros, pero con más paciencia, el influjo del viento en ciertas costumbres colectivas. Hay pueblos donde abunda más que en otros y nos da la ventolera.
         El impacto del IVA en la economía no produce un cabreo comprable al que determina que se nos vuelva del revés un paraguas al salir de casa. El viento, al que llaman huracanado quienes se preocupan menos por ignorar la metáfora, es una agresión. Cuando llueve, y este año ha caído lo suyo y lo de otros años, acabamos por acostumbrarnos y a decir eso de qué buena cosecha vamos a tener este año, pero al viento no se acostumbra nadie. Vuelan los peluquines como los grajos cuando hace mucho frío y se reclaman ayudas a las comunidades, como si no hubiera damnificados en todas, en unas más y en otras menos, según el grado de desvergüenza de quienes tienen que aportar ayudas. Total: a casita que hace viento. Lo malo es que hay muchas sin tejado.



      


                              Manuel Alcántara, La Verdad, 28-02-2010

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