domingo, 26 de mayo de 2013

Sermones de tiempo: Corpus Christi III

       Nosotros defraudamos a este buen jornalero su salario, cuando por desidia y pereza nuestra no queremos valernos de estas ayudas para la vida espiritual y eterna, que él nos dejó en este sacramento. Al obrar así, somos hermanos de aquellos que derramaron cruelmente su sangre: ellos la derramaron y nosotros rechazamos el fruto de esa sangre.      
      Mas nadie piense que sólo con desearlo ya recibe el fruto de este pan celestial. En los otros ejercicios de virtudes, cuando a una obra buena le acompaña una voluntad clara y eficaz, no cambia su valor para quien observa esa buena voluntad. Pero en la recepción de los sacramentos nunca vale tanto la propensión de la voluntad sin la obra, como la voluntad y la obra juntas. Los sacramentos confieren por sí mismos (ex opere operato)[1] la gracia a quienes los reciben dignamente; fruto del que se ven privados quienes apenas los reciben, aunque gocen, eso sí, del fruto de su devoción.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXV, F.U.E. Madrid 2002, p. 232-3

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía




[1]  Cf. Concilio de Tridentino, sesión VII, canon 8 ( Conciliorum oecumenicorum decreta, Freiburg i. B. 1962, p. 661)

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