sábado, 25 de mayo de 2013

Sermones de tiempo: la Santísima Trinidad III

     Queda algo que la fe católica, y no la razón, nos propone creer sobre nuestro Dios y Señor, y es que en aquella naturaleza simplísima de la divinidad hay tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo: El Padre, que es por sí, y no procede de otro; el Hijo, que es engendrado por el Padre, y el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo. En una sola sustancia y naturaleza hay tres personas distintas entre sí.
        Este sacramento, que sobrepasa el alcance de nuestra mente,  proclama muy bien la altura de Dios, tan grande que supera la capacidad de la mente humana, e incluso la de los ángeles. No sería verdaderamente Dios, si nuestra mente lo pudiera comprender.
        Hay muchos a los que resulta muy difícil creer este inefable misterio, porque no pueden llegar a él con la razón. Estos, o se valoran demasiado al pensar que no hay nada inaccesible a su entendimiento, o desconocen en absoluto la cortedad de la mente humana. Si los filósofos han enseñado que la mente del hombre es en el orden de las sustancias separadas (que llaman inteligencias) como la materia prima ¿qué tiene de extraño que una cosa tan ínfima no llegue a la inteligencia de la más alta naturaleza?
        De su misma virtud más sublime y de su esfuerzo se puede entender la debilidad de la mente humana. Ésta llegó a un grado sumo en los filósofos más ilustres, sobre los cuales la naturaleza parece haber derramado toda su virtud. Ellos, sin embargo, reconocen humildes que son muchos los secretos de la naturaleza, que pueden verse en los elementos corpóreos.
Pues si de las cosas que vemos a diario y tocamos, con las manos es grande nuestra ignorancia ¿cuánto más lejos estaremos de conocer los astros y los cuerpos celestes, tan distantes de nosotros? ¿Cuánto más de entender la naturaleza de los ángeles desprovista de cuerpo? ¿Y cuánto más alejados de aquella altísima naturaleza, más sublime infinitamente que toda otra naturaleza? ¿Cuántos arcanos habrá en ella, que son para el ojo del entendimiento humano inaccesibles?.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXV, F.U.E. Madrid 2002, p. 114-7

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía

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