martes, 1 de enero de 2013

El nombre de Jesús


      Antes, en la ley, nadie osaba pronunciar el nombre de Dios, de cuatro letras, más que el sumo sacerdote, y esto en el templo, en un día solemne y vestido con los ornamentos sagrados. Pero ahora ni los niños ni las niñas sienten pudor en pisotear y manchar este nombre venerable por el que se ha restituido al mundo la salvación.
         San Francisco antes de morir dejó en su testamento algunos preceptos familiares que debían cumplir sus hijos. Entre ellos estaba éste: ‘Quiero que donde encontréis el nombre y la palabra de Dios, los recojáis y pongáis en lugar digno’[1]. Ved la preocupación que tenía en su pecho aquel santísimo varón antes de morir. Olvidado en cierto modo de sí, se preocupaba por la veneración de este nombre sagrado. Pero a nosotros, desgraciados, nada nos importa: será quizás que aún no somos conscientes de esa salvación que ha venido al mundo por este nombre.
         Yo os pido, hermanos, hoy que es el primer día del nuevo año y la festividad de este sagrado nombre, que para reverenciarlo adopte cada uno el firme propósito de alejar de sí, de sus hijos y de su familia toda injuria a este nombre divino, de manera que usemos de él para defendernos de nuestras miserias y no para confirmarnos en nuestras faltas.
         San Agustín explica con su propio ejemplo por qué razón debemos invocar este nombre: ¿Qué es Jesús sino Salvador?. Por eso, por tu propio interés, sé para mí Jesús. No mires, Señor, mi mal y olvides así tu bien. ¡Oh buen Jesús!, aunque he reconocido por qué me puedes castigar, tú no has perdido (tu misericordia) por la que me sueles perdonar[2].
Así pues, valiéndome de este nombre no para jurar en vano, sino para pedir piadosamente su ayuda, mereceremos por fin alcanzar por él la gloria de la salvación eterna y la inmortalidad.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXV, F.U.E. Madrid 2000, p. 176-9

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía




[1] S. FRANCISCO DE ASÍS, Escritos, B.A.C., Madrid 1959 p. 35
[2] LUIS DE GRANADA, Silva locorum communium, Salamanca 1535; PSEUDO-AUSTÍN, PL 40

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