jueves, 3 de enero de 2013

Los Reyes Magos


      Celebramos hoy entre tantos prodigios un milagro nuevo: la luz de una estrella y tres Magos nos llaman a todos los pueblos a la fe. Es maravilloso, dice san Máximo, que Cristo naciera de la Virgen, y lo es igualmente que fuera mostrado desde el cielo; es maravilloso que la tierra recibiera al hombre nuevo, y también que una estrella nueva mostrara desde el cielo a ese hombre nuevo. En Judea Cristo niño llora en un pesebre entre pastores, y en Caldea brilla entre los astros a los ojos de los Magos. En Belén le da pecho su madre, en Caldea le adoran los Magos. En Judea envuelto en pobres pañales, brilla glorioso entre los gentiles. Era ciertamente necesario que al Señor de los cielos precediera un signo del cielo, y al que es autor de la luz una señal luminosa. De este modo el Señor viene humildemente en carne, pero tan admirable como humilde, para que a la vez brillaran en él la verdad de la carne asumida y la naturaleza de su inefable divinidad, y aunque le recibiera al nacer una cuna terrenal, una señal del cielo diera fe que no era él de la tierra[1].
         Para hablar hoy de este misterio, invoquemos suplicantes la ayuda divina por mediación de la santísima Virgen.
                  
AVE, MARÍA

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXV, F.U.E. Madrid 2000, p. 252-3

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía






[1] S. MÁXIMO, Homilía XXVIII: PL 57, 287

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