sábado, 19 de enero de 2013

Señor, ¿qué quieres que haga? II

       Esto, pues, es lo primero que hacen los piadosos. Y después, como es lógico, odiar profundamente al pecado, que él tanto execró, que para desterrarlo de las almas de los fieles sufrió un tormento dolorosísimo de muerte. Y además para curar sus heridas usan con diligencia aquellos saludables medicamentos que él preparó para sanar nuestras enfermedades –es decir, los sacramentos de la nueva ley, los ejemplos luminosísimos de las virtudes y las enseñanzas de la vida espiritual-. Y así frecuentan devotamente los sacramentos, y se proponen imitar, en cuanto pueden, sus magníficos ejemplos, y meditan atentamente sus beneficios y enseñanzas de vida celestial, y procuran, en cuanto les es posible, obedecerle y acomodarse a él en todo. Y así cuando Dios Padre los invita al banquete celestial y a la boda de su Hijo, no se excusan con los cuidados e impedimentos de las cosas terrenas, sino que obedecen humildemente; cuando les abre los tesoros de sus gracias, se les ensancha el corazón; cuando les ofrece medicamentos saludables, le descubren sus llagas para curarlas; cuando se les da como guía del camino para el cielo, le siguen prontamente; y queriendo ejercer el oficio de doctor, se ponen bajo su dirección. Estos, pues, que con tanto cuidado y diligencia se disponen a tomar el remedio, y son incapaces de aplazarlo, difiriendo su conversión, ya para la cuaresma, ya para distintos tiempos, sino que tan pronto como oyen la voz del Señor, que les avisa interiormente, obedecen, y al que les llama le responden con Pablo: Señor, ¿qué quieres que haga?[1].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXVIII, F.U.E. Madrid, 2000, p. 461
(Transcripción y traducción de Donato González -Reviriego)


[1] Hch 9, 6

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