domingo, 6 de enero de 2013

¿Por qué preguntas por mi nombre que es admirable?


Mas antes que entremos en este sanctuario, donde se han de explicar cosas tan grandes, tomaré como por tema y fundamento de ellas aquellas palabras de un ángel, que representaba la persona de Dios, el cual siendo preguntado por su padre, de Sansón, cómo se llamaba, respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?[1]. Esta es una palabra que viene tan propia a la grandeza de Dios y de todas sus obras, que ninguna hay tan pequeña que si bien se considera, no suspenda nuestros ánimos en la admiración de su Hacedor, y no nos haga decir: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?. Tulio, grande orador, dice que no se ha de hacer caso de la elocuencia, que no llega a poner en admiración a los oyentes[2]. Pues si el ingenio humano, ayudado de solo estudio y diligencia humana, puede llegar a hacer un razonamiento tan perfecto y acabado que ponga en admiración a cuantos lo oyeren, ¿qué se debe presumir de las obras trazadas y fabricadas por aquella infinita Sabiduría, en cuya comparación toda la sabiduría de los querubines es ignorancia, especialmente en las obras mayores de que aquí comenzaremos a tratar?. De las cuales  quien no se espanta y queda como atónito considerándolas, es porque totalmente no las entiende, porque la majestad y resplandor de ellas le ciega la vista.
         Comenzando por la obra de la creación, digo que aunque fuese verdad lo que dice sant Agustín, y parece sentir el Eclesiástico[3], que Dios crió toda esta tan grande fábrica del mundo con todo lo que hay en él juntamente, mas con todo eso, con sumo y divino consejo repartió Moisés las obras de la creación en seis días[4].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, F.U.E. Madrid 1996, p. 124-5



[1] Jc 13, 18
[2] M. T. CICERÓN, De optimo genere oratorum, I, 3 (Opera XXX, Patavii, 1968, p. 81)
[3] Cf. Si 18, 1
[4] Gn 1, 3-31: 2, 1-3

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