viernes, 11 de enero de 2013

Obra del escritor


                      
  Exposición de la Obra Completa del Padre Granada en la UNED (Cartagena)

        Compuso fray Luis numerosas obras en latín y en portugués, lenguas que dominaba. De sus escritos en castellano, igualmente abundantes, destacan el Libro de la oración y meditación, la Guía de pecadores, la Introducción del Símbolo de la fe, el Memorial de la vida cristiana, Trece sermones en castellano y Meditaciones muy devotas. Escribió también varias biografías (del maestro Juan de Ávila, de fray Bartolomé de los Mártires, etc.), y algunas traducciones, como la del Kempis.
            Habíanse caracterizado los dominicos desde los días de su fundador, Domingo de Guzmán, por la severidad de su formación teológica, a la que Santo Tomás había venido a incorporar –cual patrimonio inalienable- la gigantesca construcción de su Escolástica, convirtiéndose a la vez en símbolo de toda una actitud intelectual. De acuerdo con ella, los dominicos representaban una tradición de filosofía racional, nutrida en la herencia aristotélica. Este carácter tuvieron siempre sus grandes teólogos; y así fueron los dominicos españoles del siglo XVI, Melchor Cano, Domingo Báñez, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, como también los famosos enemigos de fray Luis de León, León de Castro y Bartolomé de Medina. La primordial finalidad de su orden, como su nombre justifica, les hacía dedicarse con celo combativo a la predicación y a la enseñanza que en muchos momentos casi monopolizaron; y la índole y rigor de sus estudios teológicos conducíales al empleo prácticamente exclusivo del latín en todas sus cátedras y escritos; a diferencia de los agustinos, carmelitas y franciscanos, que abrazaban abiertamente la causa del romance.
            De acuerdo con esta tradición de su orden fray Luis de Granada se entregó ardientemente a la predicación; y ya hemos aludido al sobresaliente lugar que en ella tuvo. Destacó asimismo por la profundidad de sus conocimientos lo mismo teológicos que clásicos, lo ardiente de su fe y la intensidad de su celo religioso. A pesar de ello el padre Granada no representa ni doctrinal ni literariamente la tradición racionalista y escolástica de su orden. El influjo de las doctrinas platónicas y agustinianas es manifiesto en todos sus escritos, así como el recibido de León Hebreo; hombre de ingenua bondad, confiado y presto a todos los entusiasmos, imaginativo y sensible, predominaba en él todo lo sentimental y afectivo sobre lo puramente intelectual. Es, pues, el suyo realmente, como hacen notar todos sus exegetas, un espíritu franciscano que no correspondía al carácter seco y razonador de los dominicos. Conocido es el enorme influjo que éstos tenían en la Inquisición; ésta, sin embargo, prohibió por algún tiempo –suponiéndolos influidos por la doctrina de los iluminados- los dos libros capitales de fray Luis: la Guía de pecadores y el Libro de la oración y meditación, movida sobre todo por la opinión adversa de su compañero de orden Melchor Cano, que dedicó al padre Granada mortificantes cuando no comprometedores juicios. Las dificultades que de todo ello se originaron con sus hermanos de religión, revelan sus profundad diferencias de carácter y espíritu, y justifican la calificación de franciscanismo a que aludimos. El sentido popular, la índole práctica y la intención divulgadora de sus libros, unido al empleo de la lengua vulgar, irritaban a Cano, para quien era gravemente reprensible  enseñar al pueblo lo que a pocos dél conviene.


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 880-1

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