domingo, 13 de enero de 2013

La tolerancia de fray Luis

Por fidelidad a esta vocación y a esta profesión, abrazadas de por vida en plena juventud, su espíritu tuvo una peculiar sensibilidad, favorecida por el ambiente, para proyectarse al servicio o ministerio de la predicación no sólo entre los cristianos viejos sino también entre los cristianos posibles. O sea, predicar el evangelio a toda criatura. Arraigó y creció en su espíritu el afán de evangelizar no a los hermanos lejanos, sino a los hermanos cercanos: a los moros y a los judíos que convivían con los cristianos, pero no compartían con ellos la fe cristiana.
Subrayemos, cosa que ya notó Azorín, el espíritu tolerante del predicador y del escritor fray Luis. Las raíces de esa tolerancia religiosa hay que buscarlas creo yo, en su innata bondad, pero también en una serie de circunstancias que contribuyeron a su actitud respetuosa, a su voluntad de diálogo, a su concepto teológico de la libertad de la fe, lejos de fanatismos abruptos, aunque no lejos de un sano proselitismo. Hay ‘muchos –advierte- falsamente celosos de la fe, los cuales tienen creído que no pecan haciendo mal y daño a los que están fuera de ella, ora sean moros, o judíos, o gentiles’[1].
El haber convivido en Granada y en Lisboa con ‘no cristianos’, tal vez el recuerdo, tan vivo en Granada, de fray Hernando de Talavera, y sobre todo su idea de la libertad religiosa nos ponen en la pista para comprender una apertura que, por desgracia, no era común en el siglo XVI.
            Fray Luis no traiciona su teología de la fe, ni su servicio al evangelio, dice sí al proselitismo cristiano, también a la libertad religiosa: la fe es libre. Proclamarlo en un tiempo en el que el fanatismo se endureció tanto, es una grata sorpresa. La Introduccción del Símbolo de la fe, la obra culminante y la más grandiosa de fray Luis, es junto con el Breve tratado o catecismo, la predicación escrita de muy largo andar y de muy abierta tolerancia religiosa de fray Luis: un sermón inacabable, convertido a grandes trozos en diálogos apacibles entre un catequista y un catecúmeno.  


Urbano Alonso del Campo, Vida y obra de fray Luis de Granada, ed. San Esteban, Salamanca 2005, p.241    



[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Obras t. XII, F.U.E. Madrid 1996, p. 141

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